martes, 23 de abril de 2013

Circe. Convicciones ocultas.

Pájaros azules peinan mis cabellos al viento.
Desde mi balcón veo los sapos teñidos de añil
Jugando con el convencimiento de tu existencia
hago trenzas de marfil que acompañen mis sentimientos.
Almuerzo con silencios ansiosos que buscan chillar las convicciones
Refuerzo de esperanza la ignorancia de la esencia
Lanzo mis doradas melenas por mi balcón para que trepen serpientes de cristal
Apocalipsis nupcial de esencia viva
Deseo frustrado por la vida
Ojos que se tapan con vendas de carmín
Y ,bailando, espero en esencia el fin.

martes, 16 de abril de 2013

Morgana. ¿A quién le importa?

He estado reflexionando sobre algo.
No es que acabe de sufrir una epifanía, es que he terminado de madurar una idea.
Es sobre las mujeres machistas. El machismo es muy sutil hoy en día: nadie te va a decir que tu lugar está en la cocina o pariendo hijos porque todo el mundo le abuchearía, pero sí que hay cadenas invisibles que reforzamos nosotras mismas sin querer.
Todos conocemos la polémica del burka: anula a la mujer y los gobiernos de países occidentales prohíben que los lleven en público. Hay quien piensa que ellas deciden llevarlo y que prohibírselo es una forma de dominación también; otros, que la mujer no tiene verdadero permiso moral para decidir si lo lleva o no y que, si el gobierno decide por ellas, no se tendrán que enfrentar a sus maridos; otros, que es una forma de expresar fe y no tiene nada que ver con la moda...
En occidente nos jactamos de poder vestir como queramos. Una chica puede llevar falda o mini shorts por la calle porque, eh! este es un país libre. ¿De verdad? ¿O es uno de los famosos "caramelitos" que nos tiran de vez en cuando para que estemos contentas?
Para empezar, habréis notado que las modas tienden a acortar la ropa progresivamente, pero también me refiero a que nos acostumbramos a ello. Me explico: a principios del siglo XX, enseñar un tobillo era la pera limonera,  pero, con los años, eso ya no tenía importancia y pasamos a considerar las rodillas como algo muy erótico; cuando la sociedad se acostumbró, subimos un poco más la falda... ¿me seguís?
Sabéis por qué las mujeres empezamos a enseñar más las piernas? Porque estábamos conquistando ese derecho.
A medida que las mujeres conquistaban nuevos ámbitos diferentes al doméstico, empezaban a adelgazar (porque estar gorda estaba asociado a la idea de matrona que tiene muchos hijos), a usar pantalones y a ponerse ropa cada vez más ligera. ¿Por qué? Porque nosotras lo valemos! Claro que sí! Umm...pero hay una pega: siempre están las que son desestimadas (sexualmente hablando) por los hombres por vestir de forma poco atractiva (y con esto no me estoy refiriendo a la chica gamer con pantalones de paracaidista y camisetas de Final Fantasy ajustadas que habla de manga, que no lleva vestidos pero que es sexy igualmente; sino a las que se visten para ocultar su cuerpo y se peinan para ocultar su cara) y las mujeres que son desprestigiadas por, normalmente, otras mujeres, pero también por algunos hombres, por ir muy exuberantes.
El caso es que hemos saltado de la sartén para caer en el cazo: Si no te gusta llamar la atención y vas sin maquillar (no digo q vayas como un adefesio), es que no te estás esforzando lo suficiente por gustar; si te gusta ser provocativa y te sientes liberada llevando una minifalda, es que menuda fresca eres.
Claro que hay chicas que van divinas con unos vaqueros, van monas y cuidadas sin caer en la vulgaridad ni en la dejadez; pero yo estoy hablando de los extremos ahora mismo.
A donde yo quiero llegar es al juicio social por ser de una manera o de otra, porque, a fin de cuentas, estamos valorando ese aspecto para bien y para mal. Cuando aplaudimos a una chica por su buen gusto, equilibrado y poco ostentoso, estamos juzgando para bien; cuando censuramos a alguna que se cuida poco o que va enseñando más carne de la que consideramos oportuna, estamos juzgando para mal.
Somos nosotras las que opinamos sobre otras mujeres que vemos por la calle.
He vivido una situación hace poco de una compañera de trabajo que opinaba sobre otra mujer (cuando esta no le oía, por supuesto) y decía: "a dónde se cree que va con esa falda tan corta? no es apropiada para ir a trabajar". Yo le dije que este es un país libre y que cada cual va como le da la gana, pero lo que me gustaría haberle gritado es: "te importa?! ¿es que influye para algo en tu vida? ¿por qué te afecta que lleve una falda?"
Y es que, definitivamente, cuando decidimos cada mañana lo que nos vamos a poner ¿hasta qué punto la decisión es nuestra? ¿hasta qué punto tememos ser juzgados? ¿hasta qué punto queremos impresionar a alguien o mostrar rebeldía llevando la falda más corta del mundo?
Como dijo Wilde: "tenemos cadenas aunque no las veamos y somos esclavos aunque digan que somos libres"

jueves, 11 de abril de 2013

Morgana y la ropa.

Ayer descubrí un agujero en mis vaqueros, pero no de esos fashion en la rodilla o el muslo, sino uno que enseñaba demasiado.... no sé si me entendéis.
Hoy entré a curiosear en una tienda, ya que tenía algo de tiempo, y entré al probador con varios pantalones. Mirándome al espejo, recordé por qué detesto probarme ropa.
Quizá a algunas/os les encante ir de tiendas. Yo sólo lo disfruto si viene una amiga a reírse conmigo y a darme su opinión.
Para empezar, están esos espejos y esas luces que hacen que todo se vea horroroso: desde la ropa que traías puesta hasta tu propia piel; nunca me veo tantas imperfecciones como cuando me miro en el espejo de un probador.
Para continuar, está la moda que se lleva en el momento. Si a ti te sienta bien el talle alto y este año "alguien" ha decidido que todas debemos llevar el tiro bajo, es que te espera una búsqueda infatigable de algo que te quede bien. Te pones unos y otros, aparentemente diferentes pero en el fondo iguales. Sólo varían, quizá, en la forma de los bolsillos.
Para terminar, está la famosa equiparación de tallas. Equiparación mis narices! Yo siempre que elijo algo en la percha cojo 3 tallas de lo mismo por si acaso. Te pruebas un pantalón en una tienda, de determinada marca: cabes en una 36; coges otro de otro color que es prácticamente igual, pero de otra casa y es una 38. Y ya no digamos el soponcio que te da cuando ves que la talla 40 parece hecho para una niña de 9 años.... eso sí, si necesitas la 42 o la 44, ya no quedará ni una porque la tienda ha pedido 2.
Francamente, a veces pienso que la campaña que hicieron midiendo mujeres para describir sus formas (cilindro, reloj de arena o pera...) fue sólo una excusa para sobarlas. Yo no observo cambios! Hay ropa grande con etiquetas que ponen q son pequeñas y ropa pequeña que pone que es grande; las modelos están cada día más delgadas y las niñas de hoy en día ven el Disney Chanel, que sólo hace series de crias rockeras que tienen cuerpo de 10 años y visten y se comportan como si tuvieran 16.
La industria de la moda repite las mismas consignas cada año: eres fea, eres inadecuada y debes consumir y cambiar constantemente.
La publicidad y las series de tv destinadas a este sector (las mujeres en general y, en particular, las adolescentes) nos transmiten que la ropa es bonita, las feas somos nosotras. Cuando no cabemos en un par de pantalones, la mayoría de nosotras no piensa: "boh! a mi no me van los pitillo, voy a buscar unos rectos, que me harán la pierna bonita". Pensamos "no puedo entrar en estos pantalones pero las demás los llevan ¿qué hay de malo en mi?"
Haceos un favor: repetid constantemente que la ropa sólo es tela cosida de determinada manera. Es más fácil cortar y coser un par de pantalones para que os entren que modificar vuestro cuerpo. Si una tiene forma de pera, por más que adelgace, no va a cambiar el hecho de que tiene la cadera más ancha que el pecho. Si vivís obsesionadas con lo que no os podéis poner, viviréis frustradas eternamente.
Como dijo Circe una vez: "Una mujer sólo es feliz de verdad cuando se conoce bien a si misma."